martes, 5 de noviembre de 2013

CHAPTER 7

Es el momento de relatar la parte más personal de la historia. Siendo tan independiente y solitaria no tenia oportunidad alguna de dar mis puntos de vista, criticar o expresarme. Pensamientos, mi herramienta de vida. Tan ocultos, tan extraordinarios y por sobre todo: tan únicos. Cada uno con distintas personalidades diciéndome que hacer, dándome consejos, callándome y ocultándose del exterior. Estos personajes vivían dentro de mí, no los podía ver solo los escuchaba. Cuando me negaba o contradecía se enojaban. Al enojarse discutían todos al mismo tiempo, me sofocaban. Gritaban y amenazaban. A veces se iban, otras se quedaban hasta que obtenían lo que buscaban.

Al principio pensé que eran amigos, después me empecé a sentir usada como un juguete. Prácticamente existía una jerarquía entre las voces, la más poderosa que resaltaba al lado de las otras por ser tan manipuladora. Muchas veces me convenció de realizar actos en contra de mis valores, me perturbaba. Cuando no podía ella sola, las otras voces se le sumaban. Ya era sumamente cansador no dormía por días y era incapaz de razonar.


Con el tiempo aprendí a convivir con ellas y con el mismo tiempo me fueron abandonando, como todos. Ya había aprendido a quererlas y usarlas a mi favor. Aunque me acompañaron por varios momentos ahora es el momento y lugar donde más las necesito, en este desquiciado hospital . A veces solo pienso en que no me sentiría tan sola y tendría a un par de mi lado. El egoísmo me dejo tan sola como quise.  

CHAPTER 6

La enorme casa alejada de la población según recuerdo era tan tenebrosa. No teníamos luz, y en cambio usábamos velas. En el patio había un pozo de agua, el cual nos proveía agua para bañarnos, cocinar y limpiar los habituales desastres. Obviamente mi familia  no pagaba ninguna cuenta y/o impuesto, digamos que se las ingeniaban para sobrevivir a la época. Y lo hacían muy bien, nunca tuvieron problemas con eso.

Los días de la semana se tornaban muy monótonos. Siempre la misma catastrófica rutina. Me levantaba a la hora que quería, leía un rato, almorzaba o merendaba y ordenaba los libros. Hasta que alguno de mis padres me llamaba a la noche a cenar. Cuando tenía la oportunidad salía de mi habitación e investigaba las demás que jamás había conocido. Ninguna poseía  muchos muebles, pero los empapelados de las paredes se lucían rosas de distintos colores cada habitación.


Mi habitación era de color rosa viejo con rosas blancas. Abajo de cada rosa había un nombre que mi padre agregaba día a día. Mi cama se encontraba en el medio y en frente de ella se hallaba un ventanal gigante. Tenía forma de rombo, como un diamante plano Por esa ventana veía la ciudad a lo lejos. De noche iluminaba tanto que apenas podía dormir. Amaneceres y atardeceres pasaban y los años seguían. Era obvio que tenía que irme. Ese diamante fue lo que me dio esperanza por tanto tiempo. Sabía que detrás de esta casa había algo, una vida para mí. Solo tenía que pensar en cómo conseguirla. 

lunes, 4 de noviembre de 2013

CHAPTER 5

Les seguiría contando de la ciudad, pero recién vino una enfermera a inyectarme una dosis de algún tipo de calmante diario. Lo hacen habitualmente cuando me escuchan hablando sola. Les contaría mi historia. Porque eso es lo que hago cuando hablo en voz alta. Pero ninguna de ellas se sienta al lado mío a escucharme. Todas las enfermeras de este hospital se comportaban de la misma manera. Increíblemente brutas al entrar, comentando lo cuerdas que son a comparación mía, presumiendo su libertad. Con manos tan fuertes capaces de cortar la circulación de la sangre.

Todas me caían mal, en especial la más joven. Si no fuera por ella ahora estaría en libertad. Al entrar ala habitación, se notaba su pesimismo en el ambiente. Mi presencia la atemorizaba tanto que su voz se quebraba cuando le preguntaba algo, siempre evitaba mirarme a los ojos.  En parte, creo que la trataba mal porque le tenía envidia. Y como para no tenerle, era como una muñeca; tan delicada y pura. Su cabello rubio platinado recogido en el gorro para el trabajo, sus rasgos faciales eran tan nítidos, se notaba un gran cuidado. A comparación mía, ella no era un esqueleto. Poseía una fortaleza de la cual yo carecía. Sus ojos color café miraban inquietamente toda la habitación.

¿Por qué mi inseguridad crecía? Adentro de ese pavoroso edificio era insignificante. Todos los médicos y las dichosas enfermeras me controlaban o trataban como querían. Mi poder disminuía porque en ese hospital nunca existió. Probablemente eso conteste a mi anterior pregunta.


Las enfermeras siguen merodeando de izquierda a derecha, y viceversa, del lado de afuera de mi habitación. Su plan consiste en vigilarme para evitar mi escape. Que en realidad era una pérdida de tiempo porque nunca volvería a intentarlo. En un futuro no tan lejano finalizaría mi vida justo ahí, ¿cómo se me iba a ocurrir en desgastar mi quebradizo cuerpo? Algo de lo que estoy segura es que nunca entenderé a las desquiciadas enfermeras.

CHAPTER 4

Defino mi primer día en la ciudad como la experiencia más emocionante. Recién escapaba de una persecución. Estaba cansada, había caminado kilómetros. En el camino veía los edificios a lo lejos, tan delgados y altos como si estuvieran preparados para salir a modelar. El ruido de la ciudad rebotaba como un eco en la ruta. Mis pies hinchados y golpeados, debido a que estaba descalza, ya no aguantaban unos pasos más. Y fue el momento en que mis vista comenzó a nublarse, mis rodillas no paraban de temblar, sentía mis parpados tan pesados hasta que se cerraron dejándome recostada sobre el pavimento de la extensa ruta.

Desperté en los asientos traseros de una camioneta. No tenia noción del tiempo, hasta que me asome y vi por la ventana el atardecer. El sol sobre el horizonte y el cielo de un color rojo-violáceo. Supe que la noche se avecinaba y no tenía lugar donde parar. La camioneta en la que me encontraba era conducida por un joven, de no más de 20 años. Todavía se notaban los pocos años vividos en su rostro. No estaba asustada, así que con firmeza pero calmada le pregunte quien era y porque me encontraba en su camioneta. Me miró por el espejo retrovisor  y me explico que me había encontrado desmayada y por eso no recordaba haberme subido.

Hablando de esta inoportuna manera de conocernos, paso rapidísimo el viaje y al darme cuenta ya estábamos en plena ciudad. Era de noche y era un mundo vivo. Lleno de luces y shows en la calle. No estaba acostumbrada a tanto movimiento. Mis ojos se encontraban a centímetros del vidrio de la ventana ya que todo era tan nuevo para mí. No podía parar de preguntar  por cada novedad que se nos cruzaba. En un momento paramos, le pregunte porque y me contesto que ya habíamos llegado a su departamento. Este joven extraño me ofreció quedarme por esa noche, si es que no sabía hacia dónde ir, obviamente acepte. Toda la noche intente dormir pero mis nervios no me dejaron, nunca me había alejado de mi familia.

"¿Estarían preocupados?, ¿o seguirían con sus malditos ritos?"- pensaba.


Nunca lo podre saber. No había caso, no iba a dormir en toda la noche. Entonces desperté a mi compañero y muy amablemente le pedí que me llevara a conocer la ciudad. Esa noche conocí los lugares más transitados, y también más desolados. Tengo que admitir que me sentí más cómoda en los desolados, a pesar de que me quede fascinada con la gente nocturna. A veces no logro entenderme a mí y que quiero, solo quiero volver a vivir esa noche.


sábado, 2 de noviembre de 2013

CHAPTER 3

Recuerdo como si lo estuviera viviendo ahora. Sólo tenía 5 años. Eran las 10 Am y me desperté por los gritos de una mujer. Siempre los escuchaba y mi curiosidad me obligaba a mirar por la perilla de la puerta. Esta vez al apoyarme en ella se abrió. ¡Sí! (pensé). Mis padres se habían olvidado de cerrar con llave la cerradura. Al salir pude ver la claridad de la luz de la mañana, que se reflejaba en las paredes grises del pasillo de mi casa que todavía no conocía. Esa luz me dio jaqueca, seguramente porque no estaba acostumbrada. Los gritos provenían del piso de abajo. Las escaleras eran tan altas, o eso creí al verlas por primera vez, que mi miedo al pisar el escalón fue enorme. Baje escalón por escalón pegada a la pared como si fuera mi única amiga, la única capaz de salvarme. Miraba de reojo la orilla y por supuesto alejándome todo lo posible. Al fin llegue al piso firme.


Nunca me puse a pensar la dimensión de mi casa. Era tan grande, casi como una mansión. En el pasillo se encontraban cuatro habitaciones y como era de esperar los gritos provenían de la habitación al final del pasillo. Mi ansiedad me dio el impulso de correr pero mis torpes pies se enredaron haciéndome caer lentamente. Mi pequeño cuerpo terminó golpeándose con la puerta del cuarto y creando un notorio ruido. Alce mi mirada y mis padres me miraron al mismo tiempo, con la misma expresión en sus rostros. La mujer de los gritos al verme se cayó y me pidió ayuda desconsoladamente. Estaba atada con unas pulseras de metal al piso, tenía brazos y ambas piernas cortadas con frases que no alcance a leer correctamente, ya que no entendía ese lenguaje. A pesar de haber aprendido cinco lenguas antiguas distintas. Mi padre tenía la cara vendada y un guardapolvo blanco y largo, obviamente manchado de sangre de la gritona mujer. Sostenía un espejo roto en su mano derecha. En cambio mi madre estaba como normalmente yo la veía. En el momento en que la mujer me hablo mi madre me tomo de la mano y me sacó de ese cuarto sin explicación alguna. Haciéndome decir estas palabras: “Este es tu primer ritual jamás visto, nunca lo recordaras”. Pero yo aún recuerdo con detalles esa historia.

lunes, 28 de octubre de 2013

CHAPTER 2

Siendo sincera nunca me entere exactamente el día de mi nacimiento. Ya que mis padres no creían, ni festejaban esas tonterías de cumpleaños y otras fechas festivas. Ellos solo creían en su “Amo”, que por lo que entendí era el mismísimo Diablo. Si, ese al que llaman Satanas y muchos le temen. En fin, mis queridos padres lo adoraban.

El día de mi nacimiento, según me describió mi madre fue el día en que lograron el contacto absoluto con dicho “amo” y por esa razón me perdonaron la vida. Nací por parto natural, como no respire los primeros 30 segundos de vida me diagnosticaron muerta. Pero mis ojos negros, se dieron vuelta por completo al quedar blancos y comencé a llorar. Fue ese momento cuando mi padre, asombrado, me tomó en sus flacos brazos y sintió una fuerza oscura. Él supuso que Satán me había elegido. En el momento me bautizaron en una bañera llena de sangre de los sacrificios que realizaban. Y me llamaron Potum Diabolus, que en latín significa “La bebe del Diablo”.


Mi madre, que se había dormido por el cansancio, al despertar y verme en la cuna supo que solo les traería desgracia; tuvo razón.  Mis primeros años, los pase en mi habitación sin conocer el aire fresco. Mi habitación quedaba en el ático porque las demás habitación eran utilizadas para rituales y todas esas ceremonias que organizaban mis padres con otros seguidores de Satanás. No  me permitían asistir a sus encuentros por miedo a que les arruine la noche. No tenia juguetes, solo libros para auto-educarme. Creo que es lo único que valoro de mis padres, ese poco tiempo que se tomaron para enseñarme a leer a los tres años. Tenía todo tipos de libros, cuentos; de Historia, Biología, Psicología, Religiosos (obviamente no podían faltar), y otros. Me sirvieron en el futuro para saber defenderme, y por sobre todo escapar.  



jueves, 24 de octubre de 2013

CHAPTER 1

No existe dedicatoria porque no tengo a nadie a quien mencionar, aparte de mi. Está es mi historia jamás narrada. Este relato permanecerá en mis memorias, ya enterradas.

He decidido empezar a contarles desde mi infancia, hasta este preciso momento. Me encuentro en una pálida habitación, sin ventanas. Me encuentro echada, obligada, en esta cama. Incomoda, sin sabanas, Mis muñecas chillan del dolor. He pedido infinitas veces que aflojen estas cuerdas que me atan a la molesta cama, pero se rehúsan. Insisten en el supuesto peligro que transmito. Pero no entienden las causas de mis acciones, y por defecto sus consecuencias. Solo soy una adolescente de 16 años. ¿Qué mal puedo causar?

Al fin y al cabo, todo empezó en una vieja casa alejada de la transitada ciudad. Mis padres, de los cuales no daré nombres, nunca buscaron hijos. Y mi nacimiento fue una inesperada sorpresa.

Cada tanto viene una enfermera a ver mi estado. Las odio a todas tanto que practico la psicología en contra de ellas hasta hacerlas llorar y que salgan corriendo de la habitación. Siempre viene una nueva, quedándose a mi lado. Pretenden ser serias y morales perol a situación las supera. Además de contar esta historia, es mi único pasatiempo que tengo para pasar las horas dentro de estas 6 paredes. Solo espero y espero, con mis muñecas sangrando, mientras miro al techo para hablarles a las simpáticas enfermeras.  Esa expresión, que suelo tener, las intimida más. No lo puedo creer, están desatando las cuerdas. Ahora la pregunta que se me cruza es: ¿me cambiaran de habitación?